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La rutina

Por: Vivian Fuentes

    Llego a la parada, el sol aún no ha salido. Estoy tiritando de frío, y pienso "¿Cómo estarán en Xela?" Aceptémoslo, todos lo hemos pensado, buscando consuelo al frío que sentimos, imaginando que otros están peor. Camino 3 metros y subo 3 gradas. Cruzo, y avanzo lentamente. A penas tengo 17 años y para mi ya es un suplicio subir gradas.  Divago, viendo mis pies subir sobre los escalones "Derecha arriba, izquierda arriba, derecha arriba, izquierda arriba". El dolor de mi rodilla me devuelve a la realidad. "¡Ay!", digo. En fin, tardo tiempo en llegar a la parte de la pasarela que atraviesa la calle. Esta pasarela es verde oscuro, es linda, bueno, o al menos a mi no me parece fea. La que si es fea, es la pasarela siguiente, que está pintada de un horrible verde "EMIXTRA", o verde fluorescente, como prefieran llamarlo.  

Al volver la vista hacia la izquierda, puedo observar el volcán de Agua, a veces cubierto de nubes, a veces despejado. Me distraigo nuevamente, y alguien se abre paso empujando mi bolsita de ropa y diciendo alguna grosería por andar como hipnotizada. Reacciono, y continúo. Veo hacia abajo, y circulan rápidamente los carros, es increíble como de una cuadra a otra varía tanto el tráfico. Sigo avanzando y disfruto del frío en la cara y en las manos, es curioso como es que me guste el viento cuando estoy sobre la pasarela, me siento como en los épicos inicios de las películas de súper-héroes, con viento en el rostro agitando mi cabellera. Pero una vez abajo, ese maravilloso efecto se acaba, así como sucede con el amor, lo sientes y te invade para luego abandonarte. "Fuchi" eso sonó muy cursi, estoy apunto de borrarlo de este escribo, pero me detengo, algo llama mi atención detrás de la pantalla. Cuando estoy apunto de empezar a creer en las hadas, me doy cuenta que solo era un zancudo, ligeramente más grande que los comunes. Así que vuelvo a fijar la vista en la pantalla y continúo mi historia. 

Bajo con cuidado las gradas, de hecho hasta con un paso muy chistoso. Estando abajo cruzo a la derecha y vuelvo a cruzar pero ahora a la izquierda. Siempre hay una señora con su venta de comida. Tiene un gran canasto de mimbre, una mesa cubierta con un mantel de plástico sobre el cual hay desechables a la vista para servir la comida a sus clientes.

    ¡A Xela, Encuentros, Cuatro Caminos! Pasa gritando siempre un alegre brocha en un microbús gris, por supuesto, nadie se sube. Sigo caminando y me paro junto a dos postes de alumbrado eléctrico. Detrás está la gasolinera Puma. Cuando llego a la parada, ya está el profesor de PE de los pequeños y un joven de la universidad. El frío es terrible, aumenta ahora que estoy parada. 

Viendo los carros y buses sobre la carretera Interamericana, me dedico a pensar ¿Quién irá allí? ¿A dónde irá? Y de repente ese carro entra en la gasolinera, y le hallo respuesta a mis preguntas. ¿Quién irá allí? Pues, allí viaja un señor. ¿A dónde irá? Su destino no era más que la gasolinera. Y una vez más, la historia llena de pasión, traición, engaño y amor que había imaginado, se viene abajo. Llega Diego, lo saludo de lejos, pues pienso, ya tendré tiempo para saludarlo en el bus. 

Y para ponerle misterio y algo de emoción a esta historia rutinaria, es hora de presentarles a un personaje que a veces se aparece y a veces no. Es casi del tamaño de mis piernas, podría decir que no es más alto que un niño de 7 años.  Pues si mucho tiene 5, es un pequeño de childhood probablemente, baja de una gran camioneta gris de la mano de su madre.

  Es el turno de una maestra, su hija y una trabajadora de la UVG. Todo indica que el “autobús escolar” está por aparecer. -¡Buenos días!- Saludan. -¡Buenos días!- Contestamos. En eso siento una presencia acercándose a mi por la espalda, pronto sentiré dos dedos en mi costado, ¡Ahhg! - Eres una exagerada Vivian, pienso inmediatamente.  Antes de que hable la dueña de los dedos digo: “¡Hola, Maggie!”, "¡Vivi, se suponía que no me tenías que ver!" - dice. “Lo sé, pero es inevitable, yo lo sé todo" -bromeo- Saludo a su mamá y ella saluda a la mía. Comentamos ¡Qué frío hay! Y al unísono decimos “Pero lo peor es que el miércoles recibimos nata.” Nuestras madres comentan, que no deberíamos hacer y en eso están cuando se ve a unos 100 metros el “Autobús escolar”. Nos apresuramos a despedirnos y siempre después del beso decimos la hora a la que saldremos del colegio, a veces decimos “Hoy a las 4:00, en el Tornillo” u “Hoy a las 5:00 en Eskala”. La primera hora, es la hora en que saldremos, lo segundo es la parada en la que bajaremos. A veces del lado derecho de la pasarela, a veces del lado izquierdo, según la hora.

    Sube primero el pequeño niño. En eso la Miss me pregunta, "¡Hola!¿Cómo estás?" Y  yo digo “Bien, gracias”. Nada varía, aún cuándo es un día especial como San Valentín o cuando estamos en vísperas de un descanso. 

Subo el primer escalón y la monitora, Marta,  me dice: ¡Buenos días Vivian! Subo dos escalones más y Ángel, el piloto, dice ¡Adelante! Entro rápido y me siento en el 14. Maggie va detrás. No nos acomodamos, solo hacemos espacio para que los demás entren. Entonces sube Diego y dice "¡Hola, hola! " Nosotras le decimos, “Faltan otros 2 holas”
Él se limita a reir. Nos acomodamos, ponemos los maletines en el piso, debajo del sillón de delante, las mochilas en el piso pero en el área que acomodamos las piernas y las loncheras van debajo de nuestro sillón. Terminamos y nos saludamos oficialmente: ¿Cómo estás Vivi? O ¿Cómo estás Maggie? Y procedemos a contar lo que hicimos el día anterior después de clases, si es que no nos fuimos juntas en la tarde anterior. Si nos fuimos juntas, platicamos de lo que hicimos al llegar a casa. ¿Cuántas horas dormimos? Y nos consolamos mutuamente si las horas son escasas o si incluso no fuimos con Don Morfeo. El autobús para y suben Ana y Carlos. Avanza otro poco y suben 2 chicas más. Antes de seguir, nos hacemos la pregunta. ¿Quieres dormir? O ¿Platicamos?, a veces ambas queremos dormir, a veces ambas queremos platicar y cuando no coincidimos platicamos hasta llegar al Trébol, la mitad del camino, o así lo establecimos un día.  Y luego dormimos. Ah, pero cuando es examen, repasamos juntas.

    El bus recorre varias kilómetros y al llegar a zona 15, hay una pequeña ondulación en la carretera que hace sentir un vacío en el estómago. Bajamos el puente Rafael Carrera y nos acercamos al colegio. No es que no queramos llegar, es que queremos seguir durmiendo. Se acerca la moni, y nos dice “Ya llegamos”.

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